No Sólo de Pan...
Comedores comunitarios del DF
Yuriria Iturriaga
El 23 de julio de 2013 cumplió
cuatro años de haber sido lanzado el programa de Comedores Comunitarios del
Gobierno del Distrito Federal. Cuando se abrió la convocatoria para este
proyecto, poco después de que propusimos al entonces Secretario de Desarrollo
Social el de la Cazuela Popular, consistente en una cadena virtuosa de: productores
directos y donativos-Banco de Alimentos-cocina con productos del día-puntos de
distribución de guisos mexicanos gratuitos, fuimos muy críticas de la
suplantación de nuestro propuesta por la otra que, entre otras cosas que
cuestionábamos, iba dirigida a una capa de la población con recursos para pagar
diez pesos por persona, pensando que el máximo compromiso del gobierno debía
ser para quienes nada tienen. Cuatro años después, pienso que estos dos
proyectos no son excluyentes y todavía deseo que antes de que acabe este
sexenio se lleve a cabo el que atendería a una población indígena extraviada en
la urbe, tanto como quienes cayeron a pesar suyo en la indigencia.
Mi reconsideración se debe al
privilegio que tuve de ser invitada por la Secretaria de Desarrollo Social al
cuarto aniversario de los Comedores Comunitarios festejado a un lado del
monumento a la Revolución donde 195 cocineras de otros tantos comedores
presentaron una muestra de sus platillos. Habiendo sido jurado de varios
eventos gastronómicos, organizados por escuelas de este tema cuya
semántica seguiré discutiendo, puedo decir que en ninguno encontré hasta ahora
tanta creatividad alrededor de los insumos de nuestra alimentación tradicional
como en esta muestra de guisos realizados por en su inmensa mayoría mujeres de
poblados rurales o barrios populares de Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta,
Tlalpan, Iztapalapa, Coyoacán, Cuajimalpa, Gustavo A. Madero…en fin.
El uso de los nopales en
innumerables distintos guisos, la soya deshidratada en croquetas remojadas en
salsas diversas o como relleno de chiles en nogada, o bien campechaneada con
puerco o con atún, en ceviche con cebolla, cilantro, piña, jugo de zanahoria y
guajillos o en tinga con setas ¡deliciosa! El amaranto en planta o huauzontle
con sus propias semillas en el capeado, o mezclado en tortitas de plátano,
calabaza o atún o en hamburguesas de pollo. Las increíbles albóndigas de avena,
nuez, queso Cotija y chipotle o los tacos de delgadas tiras de zanahoria,
espinaca, lechuga y queso panela. Las tortas de epazote capeadas en salsa
esmeralda, los pipianes y los guisos con verdolagas, y las insólitas setas
manitas empanizadas, delgadas y grandes como milanesas, con su indescriptible
salsa…
¿Cómo podemos seguir pretendiendo
que son los nutriólogos formados con base en planes de estudio extranjeros y
los funcionarios gubernamentales quienes deben ir a enseñar a comer a nuestro
pueblo? Es otra forma de discriminación el prejuicio que supone que los récords
en obesidad y diabetes del pueblo mexicano se deben a queno sabe comer(sic) la
gente. Cuando es el sistema económico dominante desde hace decenios el que sólo
ofrece alimentos que engordan y enferman. ¡Démosle a nuestras familias
campesinas la vía libre para producir y no sólo ellos tendrán una economía
sustentable, también seremos un país autosuficiente y llegaremos de verdad,
todos, al bienestar primermundista.
Y lo afirmo porque mi entusiasmo
no sólo proviene de la constatación de que las mujeres mexicanas son excelentes
cocineras sin haber asistido a academias de moda, sino además porque confirmé
un olvidado fenómeno social: el que las mujeresalimenticias son eje
centrípeto de la cohesión de la sociedad, al saber que los Comedores
Comunitarios en muchas partes se han convertido en centro de reuniones sociales
y productivas de la comunidad en la que están insertos. Talleres de labores
manuales y de juegos educativos de mesa, lugares donde niños, mujeres, personas
de la tercera edad se frecuentan y donde también se discuten proyectos hacia su
propia sustentabilidad. Pues si bien se apoyan en un subsidio gubernamental del
GDF, en productos alimentarios, y en la cuota de diez pesos que pagan los
usuarios, el esfuerzo humano, el préstamo de espacios y su acondicionamiento,
los servicios, en fin, son prácticas que despiertan consciencia, como diría el
clásico, y comienzan a hacer crecer las expectativas a fin de que el programa
crezca y perdure en el tiempo.
La demanda de que este programa
se institucionalice legalmente fue recogida por dos asambleístas del DF que
estuvieron presentes. Sus proyectos de relacionarse directamente con productores
temporaleros para abaratar costos de perecederos, de tener acceso a
crédito bancario o de convertirse en Asociaciones Civiles, son muestra de que
nuestro pueblo aprovecha la menor oportunidad de trabajo en libertad, no para
enriquecerse personalmente como muchos funcionarios, sino para organizarse y
mejorar solidariamente. Recordando a Shakespeare: todo está bien si
termina bien.